sábado, 2 de abril de 2011

2. UNA NOTICIA INESPERADA

SOFíA

Al día siguiente de nuestra conversación por messenger (¡Joder! Aún no me lo creía, ¡había estado hablando con Pablo! ¡¡El chico de mis sueños!! Y me había pedido quedar...) Pablo se acercó a mí en el recreo.

-¿Te la puedo robar un rato? - le dijo a Clara.

Ésta puso cara de resignación y contestó que si. Debería preguntarle a qué venía esa cara, pero tendría que esperar; si el amor de mi vida me reclamaba, yo no iba a rechazarlo por una amiga que sabía que siempre estaría ahí.
Pablo me llevó hasta las escaleras del instituto, donde nos sentamos juntos, muy pegados, casi tanto como en mis mejores sueños.

-Oye... ¿no le importará a tu amiga que tú y yo...? - preguntó algo tímido.

-No, tranquilo. Pero... me has dejado intrigada. Que tú y yo... ¿qué? - le pregunté pícaramente.

-Pues... no sé... que seamos amigos -empezó a decir dubitativo – o lo que surja... - concluyó dejándome contenta.

En un alarde de valentía, me pegué más a él (si cabía) y puse mi mano sobre sus rodillas. Él reaccionó a mi gesto pasando su brazo alrededor de mi hombro, acercándome todavía más a él.
Giré el rostro y me topé con el suyo a escasos centímetros. Se me puso la piel de gallina ante la cercanía de nuestras miradas, de nuestras respiraciones... ¡de nuestras bocas!

-Me gustas, Sofía – me susurró dulcemente.

Yo me sonrojé ante tal comentario, y sin darme cuenta de cómo, su boca se fue aproximando a la mía. Estaba a solo unos milímetros y me empecé a poner muy nerviosa: nunca había besado a un chico y este sería el primero y más especial pero... ¿sabría besar? Afortunadamente, todo mi temor y desconfianza se disiparon cuando sonó el timbre, cortándonos el rollo de una manera horrible.
Las escaleras se empezaron a llenar de gente, y Pablo y yo nos fuimos cada uno a su clase.

Cuando llegué al aula, Clara ya estaba sentada en su pupitre. La noté muy seca en la clase de literatura, y me di cuenta de que en realidad llevaba todo el día con expresión triste y estaba como ida.

-Clara, ¿te pasa algo?

-¿Ahora me preguntas? -dijo, aparentemente dolida. -Claro, como ahora no está Pablo, te acuerdas de tu amiga. ¿Eso soy para ti, tu segundo plato? ¡Pues vete a la mierda!
Acto seguido, se levantó de la silla y abandonó la clase dando un portazo. El profesor se mostró indignado, pero al poco musitó por lo bajo:

-Ah, es cierto...

Y siguió con la clase con total normalidad. Yo me sentía fatal, no sabía qué era lo que le pasaba a mi amiga, pero debía ser algo muy grave cuando se iba de clase con esos modos, no era para nada propio en ella.
Cuando finalizó la clase la busqué, pero no la di localizado. Esto era muy extraño, y mi sensación de auto-odio se incrementaba por momentos.
Me salté la siguiente clase para llamar a Clara desde mi móvil, pero no contestaba. Escuché la fría y automática voz del contestador automático unas treinta veces, y aún así seguí intentándolo.
Ante el evidente desmarcaje que estaba llevando a cabo mi amiga, decidí irme del instituto a pesar de la harto reiterada norma que prohibía terminantemente la salida del centro en horario escolar sin autorización médica o paterna.
La casa de Clara queda bastante lejos, por lo que tuve que tomar prestada una bici del aparcamiento.
Cuando llegué a la casa (una modesta construcción de dos pisos en ladrillo, pintada de amarillo claro y rodeada por un pequeño jardín).

Toqué al timbre y me abrió Mercedes, su madre, con la que me llevaba muy bien desde siempre.

La noté muy triste y decaída en comparación con su habitual carácter alegre y vital.
Aparte, tenía la nariz colorada, las cuencas de los ojos húmedas y vestía de negro de arriba a abajo.

-Hola, Sofía -me saludó en un tono bajo y con aire cansado- supongo que vienes a darle el pésame a Clara. La animará verte aquí, hoy ha vuelto increíblemente exasperada del instituto...í

¿Pésame? ¿se había muerto alguien? No entendía nada, y comenzaba a ponerme nerviosa.

-¿El pésame? Mercedes...¿Qué ha pasado? -inquirí exaltada.

-¿Clara no te ha contado nada? -preguntó, sorprendida.

-No. Qué... ¿qué ha pasado? -el corazón se me iba a desbocar de un momento a otro. Necesitaba saber que había pasado antes de sufrir un síncope.

-Verás, Sofía... el padre de Clara... ha muerto.

Mis ojos casi se salen de sus órbitas al oír aquello, y de repente encajaron todas las piezas: el comportamiento de mi amiga, la situación en la que estaba su madre, la reacción del profesor,...
Pero ¿por qué Clara no me había dicho nada? ¿Estaba confusa con lo de su padre o realmente estaba tan enfadada conmigo por lo de Pablo? En cualquier caso, no estaba dispuesta a perder a mi mejor amiga por algo así... y mucho menos en esas circunstancias.
Mercedes me dejó pasar al piso de arriba, a la habitación de Clara. Toqué la puerta y oí a mi amiga gritar:

-Mamá, te he dicho que quiero estar sola

-No soy tu madre- le dije a través de la hoja de madera.

-Oh, pues contigo aún me apetece menos estar. ¡Lárgate!

Hice caso omiso a los bramidos de mi amiga y me colé en su habitación. Todo estaba absolutamente revuelto, formando un caos en el que resultaba casi imposible descifrar qué era qué, pero allí estaba Clara, tirada en el único espacio del suelo libre de los objetos que se encontraban esparcidos por toda la estancia.

-Oye, tu madre me ha contado lo de tu padre. Lo siento mucho, sabes que estoy aquí para lo que quieras.

-¡Aghhh! Tanta falsedad da ganas de vomitar.

-¿Por qué dices eso?

-¡Oh, vaya, ¿por qué dices eso?! -me hizo la burla en tono sarcástico- ¡Vamos, Sofía! ¿Es que ahora te importo? No te hagas la buena amiga ahora, si en el único momento en que te he necesitado de verdad, no has estado ahí.

-Clara...¡yo no sabía...!

-Y no tenías por qué saberlo, pero lo mínimo que deberías haber hecho era preguntarme cómo estaba. Pero, claro... ¡Pablo quiere verme! ¡Voy a liarme con Pablo, que me hará caso hasta que encuentre a otra gilipollas como y yo, y voy a dejar de lado a mi mejor amiga de toda la vida!

-Clara... -intenté replicar, pero no me dejó.

-Entérate, tía... ¡Te odio! Y no te quiero ver más en mi casa ¿queda claro? -Asentí- ¡Pues largo!

Me fui cabizbaja y con una sensación de culpabilidad aplastante; Mercedes se despidió de mi, pero no le respondí. Cogí la bicicleta robada y volví a casa. Por el camino me llegó un SMS de Pablo: <>
Ese mensaje me devolvió la felicidad tras el desencuentro con Clara...¿qué sería eso que Pablo tenía que proponerme?

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